11 diciembre 2013

Las muertes de inmigrantes cambian el perfil de la frontera

“Mi corazón me dice que mi esposa está viva, mi suegra siente lo mismo. Imaginamos que está en manos de un cartel”, dice Luis Fuentes. Este salvadoreño habló por última vez con Marilú Noeli Alas Santos el 3 de septiembre de 2012, cuando estaba en Reynosa México, a punto de atravesar la frontera hacia Estados Unidos.






Junto a su hermana Reyna, cruzaron con un grupo por el Río Grande. Cuando ya habían llegado a McAllen (Texas), las personas con las que venían las separaron. Según lo que recuerda Reyna, quien ahora está en custodia de Inmigración en Estados Unidos, a Marilú se la llevaron en un auto, mientras a ella la trasladaron a un hotel donde la violaron. Después de dos días logró escapar.

Gracias a eso Fuentes sabe que su esposa estuvo en territorio estadounidense. “La secuestraron, eso es lo único que tengo claro. Tenemos una niña de 3 años y un niño de 6. Mi niña todos los días le habla a su mamá, cuando se está quedando dormida dice que la mamá le compra cosas, que estuvo con ella”, confiesa.

“Si me dijeran mira tu esposa murió, acá están sus restos, la vamos a enterrar, con eso yo sentiría que cumplí mi meta, que la encontré. Esté viva o muerta yo necesito una respuesta. Mis hijos no pueden cargar toda la vida con esto”, insiste.

Este año el gobierno de México anunció la creación de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas, que pretende dar con el paradero de cerca de 25,000 individuos. Pero cuando se trata del lado estadounidense, cada estado y localidad maneja los números y protocolos de manera diferente. Lo mismo ocurre con la identificación de cuerpos encontrados en la frontera.

Mientras las aprehensiones han mermado en un 70%, las muertes se han mantenido
Según las estadísticas de la patrulla fronteriza (CBP), tan sólo en 2012 se registraron 463 muertes de inmigrantes tratando de cruzar ilegalmente hacia Estados Unidos. Una cifra récord sólo comparable con el registro más alto en 2005 con 492 fallecidos.

En ese mismo año CBP aprehendió a 1.189.075 personas, pero en el año fiscal 2012 sólo se arrestaron a 364.768 individuos. Es decir, que mientras las aprehensiones han mermado en un 70%, las muertes se han mantenido.

Texas, el nuevo foco

Estaba empapada y tiritando en el vasto desierto fronterizo de Texas. Una niña salvadoreña de 11 años se había separado de su grupo, pero un operativo de búsqueda aérea con personal médico a bordo la salvó de una muerte segura. Una práctica nueva pero cada vez más frecuente que responde a una nueva realidad en el estado, donde los activistas insisten que hay miles de cuerpos bajo tierra sin ser identificados.

La historia es una entre cientos. Una niña no identificada se perdió mientras su grupo intentaba eludir el puerto de entrada “Sarita”, uno de los 15 puestos permanentes de la patrulla fronteriza en el estado de Texas.

Cuando algunos fueron arrestados, alertaron sobre la niña y agentes de aire y marina se unieron con  médicos de emergencia para buscarla en un helicóptero. Tras recibir atención de primeros auxilios, fue transportada a la estación de Kingsville.

“La práctica de contar con personal médico en tripulaciones por aire y mar es relativamente nueva, pero estamos viendo resultados. Aumenta nuestra habilidad de salvar vidas, dándonos la capacidad de responder rápidamente”, explica el agente Rosendo Hinojosa.

El cambio responde a una nueva realidad que se ha hecho evidente mientras se apilan cuerpos de inmigrantes en Texas.

En los últimos años, este sector fronterizo ha experimentado un alza en las aprehensiones de personas cruzando ilegalmente, a la par con el descenso en el área de Yuma, Arizona.

En 2005, Yuma registró 138.438 arrestos y en 2012 la cifra llegó a 6.500. En Texas, los arrestos se han elevado si se compara con los registros de 2010 y 2011. Por ejemplo, en el último año fiscal hubo 97.762 aprehensiones en el sector del Valle de Río Grande, en comparación con los 59.243 de 2011.

Tenemos miles de sepultados. En la zona de Falfurrias la funeraria no tiene la capacidad para identificar a la gente"
“Hemos visto un desviamiento en el flujo migratorio y las muertes en la frontera desde Arizona a Texas, no sólo por propuestas anti inmigrantes como la ley SB1070 de Arizona, sino por la onda xenófoba que invadió al estado hace cinco o seis años, una tendencia que se ha traducido en leyes que criminalizan al inmigrante. Esto además de las redadas del sheriff Joe Arpaio”, explicó Fernando García director de Border Network for Human Rights, una organización de derechos civiles centrada en la frontera.

La legislación de Arizona causó polémica porque entre otras razones convertía en delito menor el hecho de no poseer documentos migratorios, mientras Arpaio se ha destacado por la ejecución de redadas donde arresta masivamente a inmigrantes indocumentados.

De acuerdo con las personas que trabajan en la frontera, como García, la muerte de inmigrantes en el intento de cruzar “es un problema que lleva años en desarrollo, por lo menos desde 1993”, pero hoy tiene mayor visibilidad debido a que más personas están trabajando en ello, además de la tecnología.

“El aumento en seguridad y despliegue de la patrulla fronteriza ha forzado a la gente a cruzar en sectores cada vez más aislados y entonces es mucho más difícil hacerlo solos. Eso los ha hecho recurrir a organizaciones criminales. Si agregas eso a las inclemencias de la naturaleza en sectores como Falfurrias (Texas) es una combinación mortal”, explica García.

Rafael Larraenza, director de Ángeles del Desierto, trabaja desde hace 16 años con un grupo de voluntarios rescatando a personas que se han perdido en su intento por cruzar la frontera.

Usualmente los familiares de desaparecidos contactan a Larraenza para que los localice, pero en general poseen poca información respecto a dónde estaban o con quién cruzaron.

“Los carteles los engañan, los sueltan y les dicen que serán 15 minutos de caminata, cuando en realidad son más de 15 horas. Los mandan sin alimentos, sin agua, ropa para resistir frío y calor”, asegura Larraenza. “Hay dos palabras que no queremos escuchar cuando nos llaman. Una es “Falfurrias” y otra sigue siendo “Altar” cerca de Sonora, México”, dice.

No son cientos, son miles

Tan sólo en el sector de Texas, CBP registró la muerte de 271 personas en 2012. En 2005 esa cifra llegó a 168. Pero activistas locales y organizadores comunitarios insisten en que eso es sólo la punta del iceberg y bajo tierra hay miles de personas sepultadas que han muerto en el intento de cruzar la frontera.

Sectores como el Condado Brooks, donde se encuentra Falfurrias, registraron 129 muertes de inmigrantes indocumentados en 2012. En 2013, el condado comenzó a realizar exámenes de ADN para identificar a las víctimas, como lo requiere la ley estatal. Una práctica que no se aplica en la mayoría de los condados fronterizos.

Aún así, el reporte “Buscando a los vivos, muertos y a los recién desaparecidos”, escrito por la profesora de antropología de la Universidad de Houston Christine Kovic, insiste en que esto “no se realiza de manera estandarizada y coordinada”.

El aumento en seguridad y despliegue de la patrulla fronteriza ha forzado a la gente a cruzar en sectores cada vez más aislados y entonces es mucho más difícil hacerlo solos
“La falta de un criterio integral para contar las muertes ocurridas en la frontera resulta en un conteo inferior dramático”, explica el documento.

A comienzos de noviembre, la organización Southern Texas Human Rights Organization abrió sus puertas en Falfurrias. Liderada por el activista Eduardo Canales, responde al objetivo de “terminar con la muerte en la frontera con México”.

“El condado no estaba cumpliendo con la ley estatal y cuando comenzaron los esfuerzos para identificar gente, nadie pensaba que se iban a encontrar tantos”, comenta.

La razón es el coste. Transportar un cuerpo puede llegar a costar de media 750 dólares, mientras que un examen de ADN ronda los 2.000 dólares, un presupuesto que no está considerado en las arcas estatales.

Proyectos como “Reuniendo Familias” de la Universidad de Baylor en Texas han contribuido a paliar este problema. Durante el verano pasado un equipo liderado por la antropóloga Lori Baker exhumó cerca de 120 cuerpos del cementerio local en Falfurrias. Desde 2002, Baker ha colaborado en diferentes zonas exhumando restos, logrando la identificación de más de 70 personas.

“Tenemos miles de sepultados. En la zona de Falfurrias, la funeraria no tiene la capacidad para identificar a la gente, además nos topamos con un problema recurrente en la frontera y es que los ranchos no dan acceso para que busquemos los cuerpos. La situación es insostenible”, insiste Larraenza.

Sólo en la ceremonia de inauguración de Southern Texas Human Rights Organization se leyeron los nombres de al menos 200 personas desaparecidas. Ellos corresponden sólo a los familiares que de alguna forma se conectaron con ellos para pedir ayuda.

Fuentes ha leído el nombre de su esposa incluso en Washington, cuando viajó especialmente para hablar con legisladores. Un llamado sin una respuesta concreta hasta ahora, a pesar de haber pedido ayuda en el consulado de El Salvador, además de múltiples organizaciones locales.

“La voy a buscar hasta cuando Dios me tenga vivo, ese es el ejemplo que les quiero dar a mis hijos, que nunca me rendí”, enfatiza



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