26 abril 2013

Cambio demográfico y participación en la actividad económica

Carlos Welti - Revista: América Latina en Movimiento No. 483



Con algo más que una paráfrasis de un clásico, se puede decir que hoy día, “Un fantasma recorre el mundo, el fantasma del desempleo”. Entre los múltiples factores que explican el incremento en la proporción de la población que está en capacidad de trabajar y que no encuentra empleo, hay uno en particular al que no se le presta la suficiente atención y éste es el cambio demográfico que incide sobre la oferta de trabajadores.

Nunca antes en la historia documentada de la humanidad se había producido en un lapso tan corto una transformación demográfica como la que se ha vivido en las décadas más recientes. Una proporción importante de los países del planeta vive una dinámica de la población caracterizada por una baja fecundidad y baja mortalidad, que dan como resultado un envejecimiento de su estructura, lo que significa que una proporción creciente de individuos pasan a formar parte de los grupos de edad más avanzada. Este proceso que en los países europeos se vivió en un ciclo de larga duración, en los países ahora denominados emergentes, se produjo en unos pocos años, lo que generó una tensión por la falta de correspondencia entre estructura institucional y estructura demográfica. Es decir, los arreglos institucionales no corresponden a las características de una población cada vez más numerosa y cada vez más vieja.

Todo este proceso se describe sistemáticamente a través de la denominada “teoría de la transición demográfica”, en la que se distinguen claramente tres etapas definidas por la magnitud de la tasa de crecimiento, como resultado de la combinación de los niveles de natalidad y mortalidad. La mayor parte de la población del mundo radica en naciones que han recorrido estas etapas y se encuentran en una fase de bajo crecimiento natural. Sin embargo, gran número de países del continente africano todavía mantienen tasas de natalidad superiores a 40 nacimientos por mil habitantes, característicos de una etapa pre-transicional.

En esta situación se encuentran por ejemplo: la República Democrática del Congo, Nigeria, Uganda y Zambia, para mencionar sólo algunos casos representativos. La tasa de crecimiento de la población mundial ha disminuido; sin embargo, en esta década, se puede estimar que se sumaran año con año a este planeta más de 80 millones de habitantes.

En Latinoamérica, si las tasas de crecimiento observadas al iniciar la segunda mitad del siglo XX, que superaban el dos por ciento anual no hubieran descendido como se observó a partir de los años setenta, la cifra total de habitantes en muchos países se habría duplicado en tres o incluso, en dos décadas. El cambio demográfico más importante se produjo con la caída de la fecundidad, pero aunque las tasas de crecimiento de la población han disminuido drásticamente, la inercia alcanzada por la dinámica previa, se ve reflejada en el significativo incremento de su población derivadodel elevado número de individuos que nacen anualmente.

La población mundial, al iniciar 2013, supera los 7 mil millones y las proyecciones recientes permiten estimar que para el año 2025 está cifra llegará a 8.1 mil millones (PRB, 2011). En sólo 12 años la población aumentará ¡más de mil millones!3 Es evidente que independientemente de cualquier otra condición que se presente en el sistema económico, este incremento genera una demanda significativa de empleo, a través del cual la población pueda satisfacer sus necesidades.

En la actualidad, al mismo tiempo que la población envejece, los elevados niveles de fecundidad del pasado reciente se ven reflejados en un incremento en la dimensión de las generaciones ubicadas en las edades productivas y que han dado origen al denominado “bono demográfico”, que hace referencia al hecho de contar con un volumen de jóvenes nunca antes alcanzado, lo que constituye un capital productivo que debe ser aprovechado. Por ejemplo, en la región de Latinoamérica, el grupo de 15 a 29 años pasó de 71 millones en 1970 a 155 millones de jóvenes en 2010 y llegará a un máximo de 164 millones en 2030. Sin embargo, este incremento que constituye una importante oferta de mano de obra, no ha sido acompañado de la generación de puestos de trabajo que le dé ubicación en actividades productivas, de tal forma que una significativa proporción de esta población, por cierto con niveles de escolaridad superiores al de generaciones previas, se incorpora al ejército de desempleados o subempleados.

La situación descrita, ha llevado a que la denominación de“bono demográfico” haya sido substituida por la más cauta de “ventana demográfica” para acercarla al concepto de ventana de oportunidades, término de moda en las actividades de evaluación, para transmitir la idea de que una situación debe ser atendida de forma inmediata para beneficio de la organización o la posibilidad de modificarla se pierde y su evolución puede tener un resultado negativo para la misma. Esto, porque el efecto que la baja de la fecundidad tiene sobre la relación de dependencia al incidir sobre la proporción de la población infantil disminuyendo su participación como parte de la población dependiente, se anula en el largo plazo con el aumento de la población de edad avanzada producto de una mayor sobrevivencia.

Los cambios demográficos, representados por la disminución de la fecundidad y el envejecimiento acelerado, junto con factores culturales institucionales, que reflejan la dinámica de la economía, inciden sobre la evolución de las tasas de participación de la fuerza de trabajo, que muestran en décadas recientes cambios que vale la pena analizar desde la perspectiva demográfica.

Además de que la evolución de las variables demográficas produce transformaciones en los volúmenes y en la estructura por edad de la población que inciden sobre la oferta de trabajadores, esta misma evolución modifica las condiciones de los individuos que actúan sobre esta oferta. Un ejemplo lo constituye la caída de la fecundidad que ha contribuido a producir transformaciones importantes en diversos órdenes de la vida social, entre los que destaca la participación femenina en el trabajo remunerado. En la medida en que el control de la fecundidad libera a las mujeres de las tareas que el cuidado de muchos hijos exige y por otra parte, se incrementa su nivel de escolaridad, se generan condiciones para que éstas se incorporen a las actividades productivas más allá del ámbito doméstico.

En plena crisis económica la participación femenina se ha incrementado, porque con la caída del ingreso real del jefe de familia o en el extremo, la pérdida de su empleo, en una gran proporción de familias la mujer se ve obligada a trabajar, no sólo en trabajos de tiempo completo, también desarrollando tareas que incluyen actividades de tiempo parcial y en el sector informal, además de realizar sus labores domésticas.

El entorno demográfico favorable para fomentar una mayor participación de la mujer en el empleo, que provoca la caída de la fecundidad al disminuir el trabajo que representa el cuidado de los hijos, puede transformarse, cuando el proceso de envejecimiento obliga a los miembros de la familia a hacerse cargo del cuidado de los niños y los viejos, además del cuidado de los enfermos y discapacitados de otros grupos de edad, si estas tareas recaen sobre las mujeres como generalmente ocurre.

Aunque las tasas de participación en la actividad económica de la mujer para el mundo en su conjunto no muestran cambios entre las dos décadas más recientes y se mantienen en alrededor del 52 por ciento, entre regiones sí hay cambios significativos. Para Latinoamérica esta participación pasa de 41.8 en 1999 a 51.7 por ciento en 2009, mientras que la tasa para la población masculina en el mismo periodo se reduce ligeramente de 82.0 a 79.7 por ciento.

Se estima que en las próximas décadas, en esta región, la participación femenina se incrementará sistemáticamente, mientras que la tasa de participación para los hombres mantendrá una tendencia decreciente. Generalmente, se supone que la asistencia de la mujer a la escuela tiene impacto negativo sobre su participación en la actividad económica, retrasando la edad en que se incorpora al trabajo; sin embargo, en la región ya que se observa un incremento en participación de las mujeres, no parece que el hecho de que esta población incremente su escolaridad y por tanto, permanezca más años en la escuela, inhiba su tasa de participación.

Esta disponibilidad creciente de la población femenina para el trabajo genera nuevas presiones en el mercado laboral, porque hace más redituable para el capital la contratación de esta mano de obra que es remunerada por abajo de lo que se ofrece a los hombres. Las condiciones ideales para incrementar las ganancias del capital están dadas: contar con mayor número de trabajadores (trabajadoras) que cobran menos.

Por otra parte, en el extremo superior de la pirámide de edades, los contingentes de personas nacidas en la época de mayor crecimiento demográfico, o generaciones del “baby boom”, llegan en las décadas recientes a la edad del retiro y se puede observar a través del tiempo una evolución en las tasas de participación en la actividad económica entre la población de 60 o más años de edad, que hace evidente un incremento en la proporción de personas de edades avanzadas que aunque han llegado a esta edad de retiro, tienen que mantenerse trabajando.

La tendencia mencionada se percibe en las décadas finales del siglo XX. La población que llega a la edad de retiro decide jubilarse mientras los sistemas de seguridad social le permiten optar por una pensión por jubilación suficiente, lo que sólo es posible para una reducida proporción de la población. Sin embargo, el incremento en la esperanza de vida y la necesidad de satisfacer las necesidades básicas en un contexto en el cual los recursos de la seguridad social se ven disminuidos, obliga en muchos países a la ampliación de la vida activa.

Como contrapartida al incremento en la esperanza de vida, se ha promovido el aumento en la edad mínima para optar por el retiro. Además, en años recientes la tendencia mundial ha sido la transformación de los regímenes de seguridad social en materia de pensiones basados en sistemas de reparto con beneficios definidos, en sistemas de contribuciones definidas, en los cuales el monto de la pensión depende de la capacidad de ahorro de las personas y de los rendimientos de estos ahorros, por lo que ante la insuficiencia de los ingresos durante la vejez, los individuos continúan trabajando.

Así, se observa que las tasas de participación en la actividad económica de los grupos de edades avanzadas que ya de por sí eran significativas en muchos países, se incrementan incluso en los países más desarrollados, lo que incrementa la oferta de trabajadores y las demandas de la población que envejece.

La problemática social que generan los cambios de magnitud en la cumbre de la pirámide de edades, es tal que cínicamente dirigentes políticos como el ministro japonés de finanzas plantean que los ancianos “deben darse prisa y morir” y organizaciones como el Fondo Monetario Internacional, consideran que uno de los mayores riesgos para la viabilidad de la sociedad es la ampliación de la sobrevivencia de los viejos (IMF, 2012).

A las condiciones originadas por el cambio demográfico, no hay respuesta del sistema económico que haga compatible oferta y demanda de trabajo; la propia orientación del modelo de crecimiento hace que los aumentos en la productividad no se vean reflejados en un incremento de los ingresos de los trabajadores y en una ampliación del mercado interno y por tanto en el crecimiento de la actividad económica que demande mayor número de trabajadores o reduzca la jornada de trabajo de las personas empleadas. Las transformaciones observadas en las décadas recientes en la productividad del trabajo han servido básicamente para aumentar el beneficio del capital y han hecho que la reducción del crecimiento de la población basada en la caída de la fecundidad no tenga el efecto esperado sobre el desarrollo económico como las tesis de Coale y Hoover (1965) sostenían. Al contrario, el envejecimiento acelerado de la población genera nuevas y mayores problemáticas para atender una población en crecimiento y cada vez más vieja.



Eventos: Coloquio estrategias para representar lo irrepresentable









25 abril 2013

El concepto de “población”




En las ciencias sociales es muy difícil delimitar los conceptos de manera pura y clara, entendidos estos como parte de la “ciencia” (uno de los requisitos fundamentales de cualquier teoría científica es la definición unívoca de los conceptos, variables y operaciones que maneja), ya que la propia realidad obliga a ir cambiando estos significados, pueden existir y coexistir más de un significado para una sola palabra, y en atención a ello trataremos de dar definiciones en relación con la Demografía señalando las diferencias más significativas con otras disciplinas.

La propia demografía se define a sí misma como el estudio de “la población”, pero utiliza más de un significado para esa palabra.

No son específicas de la demografía las siguientes maneras de utilizar el término “población”:

1) El concepto común de población, difuso, propio del lenguaje ordinario, pero también utilizado en general por todas las ciencias sociales, como la sociología, la antropología o la economía y por lo tanto presentar significados diferentes.

2) El concepto común de población en la estadística tenemos un uso más técnico del término “población”,  y hace referencia al ”universo” o “colectivo” de referencia sobre el que se hacen las observaciones.

Incluso dentro de la misma demografía existen varios significados para el mismo de “población”:

3) La población es el estoc de personas en un instante del tiempo, y dicho estoc suele caracterizarse de forma unívoca por su volumen, pero también podría analizarse su estructura (por edades, sexo, estado civil, etc.).

4) La población es un ente colectivo con continuidad en el tiempo, integrado por personas de las cuales nos interesan las características y comportamientos que condicionan dicha permanencia.

Por tanto:

La población que estudia la demografía es un ente dinámico y sistémico, un sistema reproductivo que se alimenta de nacimientos y cuyo balance interno está directamente ligado al tiempo que los individuos tardan en fallecer, así como las características que perpetuán dicho ente (nacimientos, duración de la vida, cuidados y desarrollo), el conjunto de factores inmediatos que condicionan su existencia y reproducción a lo largo del tiempo.






Eventos: Seminario Migración de Retorno


24 abril 2013

¿Qué es la Demografía?





En las ciencias sociales es muy difícil delimitar los conceptos de manera pura y clara, entendidos estos como parte de la “ciencia” (uno de los requisitos fundamentales de cualquier teoría científica es la definición unívoca de los conceptos, variables y operaciones que maneja), ya que la propia realidad obliga a ir cambiando estos significados, pueden existir y coexistir más de un significado para una sola palabra, y en atención a ello trataremos de dar definiciones en relación con la Demografía señalando las diferencias más significativas con otras disciplinas.


La demografía (del griego  demos 'pueblo' y grafía 'trazo,  es la ciencia que tiene como objetivo el estudio de las poblaciones humanas y que trata de su dimensión, estructura, evolución y características generales.

La demografía estudia estadísticamente la estructura y la dinámica de las poblaciones, así como los procesos concretos que determinan la formación, la conservación y la desaparición de las poblaciones. Tales procesos, en su forma más agregada, son los de fecundidad, mortalidad y migración.


La demografía se encarga de tres partes fundamentales:
1. La medición: Cuantificación de eventos poblacionales.
2. La explicación: Análisis de causas de los efectos.
3. Fenomenología: Explicación de las variables.

Los datos demográficos se refieren, entre otros, al análisis de la población por edades, situación familiar, grupos étnicos, actividades económicas y estado civil; las modificaciones de la población,  nacimientos, matrimonios y fallecimientos; esperanza de vida, estadísticas sobre migraciones, sus  efectos sociales y económicos; grado de delincuencia; niveles de educación y otras estadísticas  económicas y sociales.


Fuentes:



23 abril 2013

7000 millones de habitantes





















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En Perspectivas de la Población Mundial, revisión 2010 la  Organización de Naciones Unidas (ONU) estimo que el 30 de octubre de 2011, el planeta alcanzaría la cifra de 7000 millones de habitantes. 

Este mismo documento menciona que la cifra de población total del planeta en 6 mil 896 millones de personas en 2010, y proyecta que en 2025 se alcanzarán los 8 mm, así como que la población será de 9 mil 300 millones en 2050, de 9 mil 900 en 2075, y de 10 mil 125 millones en 2100.

Estas estimaciones denotan la importancia del estudio de la demografía para poder llevar a cabo un mejor desarrollo de políticas públicas que atiendan las necesidades de la población. 

En terminos simples la población mundial está determinada por el número total de personas que viven en todo el mundo,por el nacimiento y la muerte de los individuos,así como por su esperanza de vida.

La evolución de la población está determinada por varios factores que se relacionan entre sí. La alimentación, la higiene, la medicina y los avances médicos, así como el desarrollo tecnológico.

En este Blog pretendemos dar cuenta sobre  el estudio de la población y sus diferentes determinantes que dan cuenta del desarrollo económico, político y social de la misma.

Aquí encontrarás artículos, libros, links, seminarios, recursos de análisis demográfico y de políticas públicas, poniendo énfasis en Latinoamérica. 

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