20 noviembre 2013

Niños y niñas migrantes en la política pública de México: todo por hacer

Las cifras dan cuenta de la magnitud del reto que enfrenta el país en materia de derechos humanos de las niñas y niños migrantes. Según investigaciones de Centro Internacional de Estudios sobre Migración y Desarrollo de Zacatecas, en los últimos 5 años han sido repatriados a México y desde Estados Unidos, más de un millón 289 mil niños entre los cero y los 14 años de edad. Sólo el año pasado el país recibió a más de 40 mil menores de los cuales 18 mil viajaban solos, lo que hace un promedio de 3 mil 300 por mes. A esta problemática se integra la repatriación de niños y niñas centroamericanos que México realiza. Sólo en 2012 el país repatrió a más de 6 mil infantes de esa región, la mayoría de los cuales viajaban solos. En resumen, la problemática de la movilidad migratoria de niños y niñas se verifica en las dos fronteras.



Sin duda, los retos a tomar en cuenta en el diseño estrategias de atención a estas comunidades son los siguientes: 1) la alta vulnerabilidad en que se encuentran, en especial frente al crimen organizado y sus cómplices; 2) los impactos psicosociales derivados de este desplazamiento, que suponen el rompimiento, desestructuración o la violencia al interior de las familias del niño migrante; 3) los problemas de integración o reintegración de estas personas, dependiendo de su ubicación en el ciclo de movilidad migratoria y 4) la falta de aplicación de las normas internacionales que imponen el respeto al interés superior del niño.

La vulnerabilidad. Los niños y las mujeres son los grupos migratorios más vulnerables o, por ser más gráficos, la población a la cual el crimen organizado saca mayor rentabilidad. El secuestro para la trata, el tráfico o la existencia de mercados sexuales, son situaciones conocidas por los gobiernos tanto de México como de Centroamérica y EU, pero que no se ha querido reconocer como un tema de responsabilidad compartida.

Los impactos psicosociales de la movilidad. En buena parte de las investigaciones de campo, los infantes refieren que una de las motivaciones más grandes para migrar, especialmente en aquellos que viajan solos, es la violencia que sufren en la familia, por lo cual este núcleo se constituye en un riesgo antes que en un espacio de realización del infante. Por ello, las políticas deben condicionar el retorno a la verificación del nivel de seguridad del niño en su familia.

Los problemas de integración o reintegración. La integración de un niño a un país cuyo idioma no es el suyo y donde la cultura le es ajena, implican riesgos para su rendimiento escolar y con ello la deserción a temprana edad; de la misma forma, el retorno del niño al país de origen o el de sus padres, lo coloca en situaciones tensas ya que al no dominar el idioma, son sujetos de alta vulnerabilidad. Finalmente, Los países de tránsito, origen y recepción de niños migrantes, tienen en sus acciones, una escasa referencia, o incluso una nula aplicación de las normas internacionales relacionadas con los derechos del niño y la niña. Esto es especialmente grave en los gobiernos locales, ya que su situación, infraestructura o nula capacitación, hace a los funcionarios incapaces de aplicar en la localidad estos mandatos.

Estos son los retos. Sin duda existen más, pero en todo caso, se extraña la falta de voluntad política y de estrategias transversales en las instancias del Estado, especialmente en los gobiernos locales, y una política de cooperación internacional que permita armonizar en el nivel regional las acciones de protección, acompañamiento, integración y reintegración de estas personas. La protección es sólo el comienzo de la política pública, el fin es la realización de estas poblaciones.








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