05 julio 2013

Crecer como pobres, envejecer como ricos

Visto en El País




México ha alcanzado este año los 118,4 millones de habitantes, seis millones más que los registrados en el censo de 2010, y superará los 150 para mitad de siglo, según el Consejo Nacional de Población (Conapo). Los datos dibujan un país joven –el 65% de los mexicanos está en edad laboral (entre los 15 y 65 años)- que ha logrado bajar su tasa de fecundidad –de siete hijos por mujer en los años sesenta ha pasado a tan solo 2,2 en la actualidad-, pero donde el número de jubilados se disparará a medio plazo. Demógrafos y economistas consideran que las cifras, aunque no sean alarmantes, sí entrañan dos grandes desafíos: cómo atender las demandas en educación y empleo de esos millones de jóvenes y cómo pagar las pensiones de 26 millones de personas en 2050, según las proyecciones.

Como tantos países en desarrollo, México está en plena transición demográfica. “Mientras que en Europa”, explica el demógrafo Manuel Ordorica, “las tasas de fecundidad y mortalidad descendieron en paralelo, en nuestro país la fecundidad permaneció constante y la mortalidad disminuyó muy rápidamente. Esto dio lugar a una explosión demográfica, con un crecimiento de la población del 3,5% anual que auguraba que el número de habitantes se duplicaría cada 20 años. Las consecuencias las vemos ahora cuando los nacidos en los años sesenta, los del baby boom mexicano, se encaminan hacia la jubilación”. “Agarramos una pauta de país rico siendo pobres. La población de más de 65 años se va a multiplicar por cuatro de aquí a 2050, pasando de 6,4 millones a 26, y no estamos preparados para ese crecimiento exponencial”, añade.

Al envejecimiento de la población se une el reto de ofrecer formación y empleos a la masa de mexicanos en edad adulta o por entrar en ella, aquellos con capacidad de ahorro y destinados a sostener a medio plazo a sus mayores. Como dice Ordorica, “se trata de evitar que el bono demográfico se convierta en pagaré”. “Se requiere”, coincide el economista Francisco Alba, profesor del Colegio de México, “convertir el factor demográfico en un recurso de alta calidad”. Sin embargo, de momento, los resultados obtenidos en este terreno son mediocres como ilustran los más de siete millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan o que la economía informal ocupe a casi la mitad de la población activa. Alba considera que para superar este desafío, México debería en los próximos años “saltar de un crecimiento promedio del 3% a uno sostenido del 5% o 6% anual”.

El vicepresidente de la Sociedad Mexicana de Demografía, Carlos Echarri, explica la disparidad entre el censo de 2010 y los datos ahora conocidos “por un descenso de la fecundidad menor del que se creía, el regreso de emigrantes y las deportaciones masivas dictadas por la Administración Obama, así como por las ambiciones migratorias frustradas por la recesión económica de Estados Unidos y el mayor control de la frontera, que han hecho que el saldo migratorio sea nulo desde 2010”.

La menor caída de la fecundidad tiene que ver, en su opinión, con el hecho de que en los últimos 12 años de Gobiernos del Partido Acción Nacional (PAN, centro derecha) “se abandonaran los programas de distribución de anticonceptivos”. Además, señala, “pese a que la ley establece que vacunas y anticonceptivos sean gratuitos , en realidad la distribución de estos últimos está en manos del sector privado”. Asimismo, y restricciones al aborto aparte, “al descentralizar el sistema de salud, los Gobiernos de los Estados se volvieron los responsables de las políticas de control de la natalidad”.

Consecuencias de esta situación, según este demógrafo, son el auge de las esterilizaciones –cuatro de cada 10 mexicanas ha sido esterilizada- y de los embarazos adolescentes. De los 26 millones de nacidos vivos en la primera década de este siglo, casi 3,5 millones fueron hijos de madres menores de 17 años. “Hay que tener en cuenta que los programas de anticonceptivos suelen estar dirigidos a mujeres casadas y que en este país un embarazo adolescente no interrumpe un proyecto de vida, sino que es en sí mismo un proyecto de vida. Los incentivos para continuar los estudios u obtener un trabajo con un buen salario son casi nulos. En cambio, al quedarse embarazada, el estatus de la adolescente en la familia y en la comunidad suele mejorar, pasa de niña a señora, y poco importa que haya pareja”.

Hay otros factores, señalan los demógrafos, que merecen atención. Uno es que en México la esperanza de vida -74,5 años (77 para las mujeres y 71 para los hombres) en 2013 frente a 73,9 en 2010- no crezca de manera constante debido a que la violencia en años recientes ha mermado a la población masculina. El otro, la concentración de población en entidades como el Estado de México (16,4 millones), DF (8,9), Veracruz (7,9) y capitales como Monterrey y Guadalajara, mientras las costas y otros territorios donde hay recursos están despobladas.

Pese a todo, Ordorica señala que el crecimiento de población (1,1%), siendo importante, está dentro de la tendencia de caída de la tasa de fecundidad, con una media de 2,2 hijos por mujer que es equivalente al nivel de reemplazo de población. Las alarmas sonaron a mediados de los años setenta –se proyectó que la población alcanzaría los 150 millones para el año 2000- y el control de natalidad se convirtió en política de Estado. “Las políticas de población le cumplió al desarrollo, ahora falta que ocurra al revés”, afirma.




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